“Tuve la fortuna de jugar clásicos para los dos equipos. Sean amistosos o por los puntos, son encuentros que todos quieren jugar y ganar”, asegura José Alfredo Zelaya, el eterno “Cachi”, ese delantero que triunfó en Atlético y en San Martín. “La única diferencia que encuentro es que tuve la suerte de haber marcado dos goles para el ‘santo’, algo que no me pasó con el ‘decano’”, agrega el goleador tucumano.
Zelaya, a los 14 años, decidió probar suerte en Central Norte. Allí comenzó a conocer todos los secretos del deporte. En Barrio El Bosque se terminó de foguear como un delantero que era el terror de los arqueros de las divisiones juveniles. Su frialdad a la hora de definir captó la atención de varios clubes. Con 21 años terminó arreglando para jugar en Atlético. Después San Martín lo compró para que reforzar el plantel cuando estaba en Primera división de la AFA. Fue uno de los pases más recordados del fútbol tucumano. En La Ciudadela jugó varias temporadas y emigró a Talleres, de Córdoba. Luego jugó en Olimpo, en equipos de México y en San Martín de San Juan, donde decidió colgar los botines.
“El destino me dio la posibilidad de jugar muchos clásicos Talleres-Belgrano, pero no los viví con la adrenalina que tenían los tucumanos. Aquí tenía a mis familiares, a mis vecinos o mis amigos. Los goles que convertí aquí los grité de una forma diferente”, jura el ex delantero, de 45 años.
“Cachi” sabe que la provincia, en fútbol, está dividida en dos clubes y la rivalidad es tremenda. Sin embargo, sólo tiene palabras de elogios para ambas entidades. “Atlético me dio la chance de convertirme en un jugador profesional y competir en torneos nacionales. Pasé años maravillosos, no sólo por lo que conseguí en lo futbolístico, sino porque me dejó vivencias que me marcaron para toda la vida. La única deuda que me quedó fue no haber podido ser campeón. Si a fines de 1992 elegí irme, fue porque tenía ganas de jugar en Primera, pero si con el ‘decano’ hubiera tenido esa chance, jamás lo hubiera dejado”, comenta en una charla con LG Deportiva.
El ex delantero también habló del equipo de La Ciudadela. “Me permitió jugar en Primera, aunque no pude tener el rendimiento que esperaba. Llegué lesionado y nunca alcancé mi mejor estado físico. Tenía pubialgia, lesión que en el 93 no era muy conocida y no existían métodos para curarse. Nunca pude llegar a pleno y fue frustrante lo que pasé porque tenía que vivir infiltrado y, para colmo, descendimos”, lamenta.
Zelaya ya está alejado del fútbol y vive en Barrio Vial, junto a su pareja Verónica Bazán y a sus hijas Nara Josefina (2 años) y Paula Teresita (tres meses). “Perdón por el desorden, pero estoy haciendo unas reformas en la casa. La familia se está agrandando”, reconoce Zelaya con una enorme sonrisa dibujada en el rostro.
“Cachi” cuenta que se recibió de técnico, pero su entusiasmo por dirigir algún equipo se le fue tan rápido como le llegó el título oficial. “En un primer momento pensé en dirigir, pero no lo hice salvo un fugaz paso por Talleres, cuando fui ayudante de campo de Rubén Darío Insúa. El contacto con el fútbol es otro”, explica.
No pasan muchos segundos y arremete: “lo mío es jugar los torneos de la Liga Bancaria y los campeonatos de veteranos de mi barrio. De esta forma me siento pleno y puedo estar más tiempo con mis hijas. Nunca renunciaré a practicar este deporte que me permitió todo lo que hoy puedo darle a mi familia”.
PALABRAS DE UN ÍDOLO
Un técnico: “muchos entrenadores aportaron para que creciera futbolísticamente. Pero si tengo que elegir a uno, me quedo con Segundo Corbalán, una persona excepcional que me enseñó muchísimo en mis comienzos”.
Central Norte: “fue el club que me cobijó y que me enseñó a dar los primeros pasos, no sólo en el fútbol sino también en la vida. A los 14 años encontré personas de una humildad tremenda que aún hoy recuerdo”.
Un socio deportivo: “fueron dos: Daniel Hernández y Walter Omar Jiménez. Ellos fueron los jugadores que mejor entendieron mi juego. Gracias a ellos me cansé de hacer goles”.
Talleres: “allí pude desarrollar a pleno mi juego. En ese club fue donde pude salir campeón por primera vez. Fueron inimaginables las cosas que pasé allí, con temporadas imborrables porque pude convertir muchos goles, especialmente en los clásicos contra Belgrano. Eso hizo que el hincha aún hoy me muestre cariño cuando voy a Córdoba. Y donde sin dudar saqué chapa de ídolo. Esto hace que me inviten a cada celebración del club”.
Una alegría: “los ascensos que logré con Talleres y Olimpo, de Bahía Blanca”.
Una tristeza: “son dos: no haber podido salir campeón con Atlético y el descenso a la B Nacional con San Martín, en la temporada 1992/93”.